Hay que tener más
de 30 años -creo-, para dimensionar el peligro.
Acabamos de
colgar, acabo de ordenarte qué hacer.
Acabas de darme
la razón en todo…y así te dejo ir.
Luego de tu
silencio por 10 minutos… de oírte decir: “quería eso… pero contigo. ¿Por qué
siento esta culpa enorme de amarte, a la vez odiarte y entender que lo que dices es por mi bien pero a la vez tengo ésta emoción de vivirlo? Te odio, te amo, te
agradezco y te escupo, todo me pasa al mismo tiempo.”
Yo te oí, y te
dije: sabes que yo no soy para ti, y al verla a los ojos sabes que ella sí lo
es. ¿Qué más quieres?
-A ti-, dijiste.
Pero no, si yo
fuera, yo lo sabría. Y lo que sé es esto. Ella y tú. Y ya.
Entonces colgamos…
y vino el vómito, la presión, la adrenalina que salió de mi cuerpo, por la
velocidad de las decisiones que tomo.
Y sí, te dejo ir
con quien será tu felicidad… como lo hice tantas otras veces. Solo que ahora lo
hiciste físico. Ahora sentí tus manos apretándome el pecho, el cuello,
cobrándome la frialdad con tu voz quebrada.
Odio vomitar, me
duele, como me duele el pasado, el futuro, tu sumisión –como la de tantos
otros- que me dejan un vacío en noches de Claros de Luna, miradores, Silvios, Filios, funerales y... cobardía infinita a amar y ser amada.
No existe nadie
tan fuerte como yo… ni tú.
Luna de acero.
1 comentario:
y que si un día alguien se resiste y no importa cuanto empujes, se queda?
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