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viernes, 31 de diciembre de 2010

Pinturas Berel (o Egolandia XIV)

El sabor de la sangre en la boca es lo primero que sabe el primer día del año que presiente será su año. Jamás -jamás- tiene resaca –bebe como lo hace, gracias a ese don divino-, por eso le extraña mucho el zumbido, dolor de cabeza y que su cuerpo no responda.

Empieza a tener noción de sí misma por el dolor. Duele todo, cada parte de su anatomía ha sido golpeada, y lo sabe bien porque ella ha peleado muchas veces, recuerda los restos que dejan los puños cerrados en los costados, las mordidas, sofocarse por el peso del cuerpo de alguien mucho más grande, pero la sangre es lo que logra despabilarla.

Las muñecas moradas y los dedos marcados en ellas indican que fueron atadas o sujetadas fuertemente, la espalda le arde, quisiera verse pero el páncreas, el bazo y el hígado hacen lo suyo para que torcerse sea casi tan doloroso como expandir los pulmones intentando usar el diafragma que también recibió lo suyo, como si su caja torácica hubiera sido comprimida terriblemente.

En la semioscuridad de la que no era su habitación, sus manos recorren detalles extraños que laten: un chichón en la cabeza tan grande, seguramente competiría con el de la pantorrilla izquierda el cual además es grande pero está abierto y sangrando, codos que arden mucho moverlos es incluso complicado, rodillas sangrantes, muslos inmóviles cuyo insignificante intento de separarlos la hace desear gritar por la intensidad del dolor. Trata de incorporarse, alcanza a verlos, le parecen anuncio de Berel con manos –enormes- marcadas, dientes feroces calcados en rojos y morados que resaltan por lo blanco de su piel. Los brazos tienen el mismo diseño.

Quiere gemir como respuesta a su lamentable estado, pero el sabor de sangre en la boca y el ardor le hacen saber que la tiene partida, abierta por dentro.

Manny Pacquiao tuvo que haber sido pudo articular mentalmente -al menos- mientras trataba de salir de la amnesia.

Por más que se esforzaba su memoria llegaba hasta su BBM (BlackBerry Messenger) donde respondía con monosílabos y a una mano –la otra estaba ocupada con una copa de vino- a preguntas concretas:

Él: ¿Dónde estás? ¿Con quién? ¿Puedo ir a darte el abrazo de fin de año?
Ella: Depa. Sola. No.
Él: Estoy aquí afuera, ábreme.

Recién bañada, enfundada en más antisexy pijama del Universo explorado, de franela con una niña Tous en el frente, en colores azul y rosa pastel, pantuflas gigantes de osito, con dos colitas de caballo dispuesta a beber 18 botellas de vino para poder dormir, refunfuñando fue a abrirle pensando si no fuera porque abrazas tan rico cabrón, me cae que te dejo afuera.

Abrió, él la besó intempestivamente, de la misma forma la metió en la habitación de huéspedes vio la copa de vino que acababa de dejar para ir a abrirle, se ofreció a llenarsela; eso le daba tiempo a ella para darle argumentos para sacarlo de su casa por eso aceptó, pero al volver de la cocina, él le puso una mano en la nunca y con la otra puso el filo de la copa entre sus labios sin darle oportunidad de hablar: tómatela, tómatela toda porque así vas a estar mejor.

Él la obligó a tomarse de hidalgo el vino, luego sustituyo la copa por su lengua -no fue difícil con esa fuerza y dominada por la nuca con esas manos-... después, el último recuerdo que tiene es el ¡no! repetido una y otra vez, tratando de quitárselo de encima.


Feliz 2011


Luna severamente golpeada, drogada y amnésica

2 comentarios:

Unknown dijo...

Lamento las marcas, pero con gusto lo haria de nuevo sin arrepentimiento alguno...

Anónimo dijo...

ni en sueños podras recordar nada es parte de la gracia de esas madres ponerte muy caliente y luego dormirte
me vere muy psyco pero me prendio tu cuentito
si te paso pos muy respetable la fuerza de escribirlo y si no que chingon hechaste a andar la rata