Mi padre siempre
me dijo: ‘No le hagas favores a los malagradecidos porque son los peores. Si
hasta un perro es agradecido, una persona que no lo es, es menos que un perro’.
Y con eso me
quedé toda la vida, hasta hoy que descubrí algo verdaderamente ilustrativo: Quizá hasta los malagradecidos merezcan favores… considerando la nueva especie: los muertos.
Es que hoy me
pasó eso, le hice un favor a un muerto y pude comparar la sensación de hacerle
un favor a un malagradecido vs un muerto… la diferencia es abismal.
Vaya, es que hay
un contexto, claro (siempre lo hay), todos conocemos mis días sin dormir, en
los que ahondaré ahora:
Mi madre sufre
cirrosis por iatrogenia; digamos que le cortaron los conductos excretores del
hígado por una mala operación y tuvieron que unir el intestino en el hígado
para que éste pudiera sacar la bilis, un procedimiento muy complejo y delicado que como resultado le provoca una degradación inevitable
(el intestino no está hecho para fungir de colédoco) hasta mantener a mi mamá
como una persona que debe llevar una dieta estricta (no más de 700 ml de líquidos
por día, no más de 30 gramos de proteínas, nada de grasas, casi 90 gramos de
pastillas y otras sustancias por día, con más de 10 inyecciones y dolores intensos
de un intestino estresado, un hígado desgarrado, más un corazón debilitado como
consecuencia natural, un páncreas debilitado severamente, vaya que este cuadro obliga
a medicarla sobremanera para que pueda sobrevivir), como resultado tenemos una
apariencia diabólica: ojos tan amarillos que casi son naranjas, un peso de 40
kilos, una piel que parece cáscara de huevo que se siente cada vez que la
masajeo o inyecto, su pielecita truena porque la bilis en sangre (en efecto, el
intestino no captura toda la bilis y el excedente se va directo a sangre)
endurece y esclerosa (estrecha) las venas y la piel (recordemos que la bilis es
la sustancia que parte las moléculas de grasa o de proteínas, entre otras
cosas, así que en la sangre la sustancia repite sus procesos, hace estragos en
lo que no digiere)... podría hablarles de la comezón insufrible de la bilis en
la sangre y la comezón que no se quita con nada y las llagas que provoca, pero
entonces tendría que hablar de la cantidad de hemorragias que provoca y la
pérdida sanguínea que supera lo agradable para el lector que imagino ya se hizo
una película de la situación.
Pues así vivimos
todos los días con mi madre santa, sus otras dos hijas, nieta, cuñada y yo.
Somos un equipo
que responde ahora a una enferma (antes mi papá aderezaba el cuadro con una
insuficiencia renal crónica que he documentado en este blog sobradamente, pero
quien decidió morirse en vez de soportar tanta mierda –cosa que le aplaudo y le
recrimino al mismo tiempo-) y quien durante varios meses me ha tenido de
enfermera de cabecera y por ende ha mejorado – o vaya no ha empeorado- lo
suficiente para que cuando dejo de ser nini (= a ser enfermera 24/7) se nota su
desmejora que luego de un mes en un trabajo… uno de estos con horarios
donde sus dos enfermeras (Azul y yo nos metimos en la boca de un lobo que hay
que hacer bueno) están metidas en juntas y en responsabilidades empresariales.
Total que ambas
mandamos la chamba a la mierda y nos turnamos pa’ cuidarla y sacarla del ni
reconocernos (por la acumulación de amonio en el cerebro) a que volviera a
comer y saber quiénes somos sus hijas.
Luego de acomodos
y tensiones, un muerto (hoy es muerto, antes era mi ‘novio’ – uso su definición
de nuestra relación-) me pidió cosas, y yo las cumplí: hacer una entrevista y
moverla en algunos medios.
El asunto es que
tuve que esperar a que me relevaran en el cuidado de mi madre y cosas menores
para cumplir el favor entre dos ciudades con 100 kms de distancia… y cumplí con
todo.
Pero vaya, que mi
auto es el ‘oficial’ para el traslado de mi madre de casa al hospital, y si en
mi ausencia ocurre algo, a mi hermanita menor se le ocurrió habilitar otro
vehículo (ya que el vómito y las varices esofágicas se revientan y provocan
sangrados alarmantes que requieren cauterización), y me llama y pide una ‘pila’
que solo se consigue en cierto lugar que yo conozco bien en la ciudad a la que
viajé, pero que por el día y hora ya estaba cerrada.
Todo ello,
posterior a la entrevista que me pidió el muerto.
Hasta aquí todo
bien. Bueno, si tomamos en cuenta que el muerto jamás me preguntó ni se
interesó en mi vida y obra; el asunto es que
llegué media hora tarde a una entrevista intermunicipal, y a que el retrasado
mental con quien tuve una relación ridícula me recrimina el cambiarle por minutos,
lugares y situaciones… y nada, que mi cansancio es tanto… que vine, papá a
decirte: cuánta razón tenías, pero neta te gané por quinta vez, en algo.
¡Los
malagradecidos quizá merecen más favores!
Es más, los mitómanos que
dicen que aman a alguien cuando ni al caso, los pendejos, esos que no saben
querer, los acomplejados porque son incapaces o insuficientes, todos ellos merecen más misericordia y favores que los muertos.
Bueno pues que el
muerto es tan mitómano (pobre enfermo pendejazo) que piensa que cuando le
cuentas que te cayó una tromba en carretera… duda!
Pinche imbécil.
Él miente por
sistema, mientas yo siempre digo la verdad… sí, también por sistema.
Total que el
desastre estaba predestinado.
Finalmente
concluí: nadie paga tan mal un favor como un muerto... porque te paga el bien con un mal (que mierda!).
A chingar a tu
putísima madre: hasta nunca.
Luna libre.
3 comentarios:
Ya lo dijo Billy Wilder... ninguna buena acción queda sin castigo... Cést la vie!
Pasé a visitar. Dejo en la mesita una sonrisa que peca de nostalgia, y mi más franca admiración por la mujer que eres. Hermoso leerte de nuevo (aunque no en tu mejor circunstancia).
A tu mamá, mi abrazo -uno delicado y cuidadoso, pero profundo, por favor-.
- Lufemol.
Te mandé traer...
Publicar un comentario